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Peronismo: singular/universal

La experiencia y la doctrina peronista y su proyeccion

0. INTRODUCCION

PERONISMO: UNA SINGULARIDAD PARA REINVENTAR, TRADUCIR Y COMPARTIR

Este documento se propone abordar el movimiento histórico, político, de experiencia conceptual y doctrinal, que plasma en esta periferia del mundo, Argentina, su propia anomalía. El peronismo en su carácter de secuencia y vivencia histórica y de identidad política, sintetiza sin agotar esta particularidad argentina , y es motivo estructurante de muchos, por no decir de todos, los debates y construcciones colectivas en el país. 

Las reflexiones del Polo Formativo del Fin del Mundo tienen el objetivo de insertar un debate particular – el de las organizaciones,proyectos e iniciativas de desarrollo y promoción llevadas adelante por organizaciones sociales de diverso tipo – a un plano de interpretación renovado y más amplio. Una ampliación  que incorpore al pensamiento y a las decisiones otras posibilidades. Por eso la mirada sobre la especificidad y al mismo tiempo la actualidad argentina, se construye con un aporte que permita incorporar lo que el peronismo – en todos sus aspectos- pueda significar para propuestas nuevas. 

Al mismo tiempo, es un esfuerzo para discernir, explicar, contar e ilustrar esto y hacerlo apropiable, tanto por sus protagonistas como por otros, con una proyección en el tiempo y el espacio. Entendemos  que es la base para reflexionar sobre la universalización y la actualización posible de este marco conceptual, en momentos donde el cambio de época invita y de algún modo exige recomenzar un movimiento de construcción colectiva. 

Lo vemos desde dos perspectivas y con dos horizontes. Las perspectivas implican, por un lado, recapitular y reconceptualizar su historia y desarrollo, y al mismo tiempo explorar y describir sus límites y potencialidades. Los horizontes que nos orientan son también dos, y marcan los destinatarios posibles de esta reflexión aquellos que en Argentina se definen o se encuentran comprendidos por esta identidad y pertenencia -o también por su rechazo-. Y por otro lado, todos aquellos compañeros y compañeras preocupados con el destino de América Latina y el Sur Global, que puedan acercarse y compartir una lectura y una traducción que, en el camino de compartir, sirva también para entender mejor las múltiples luchas y construcciones que, cada una con su propia singularidad y anomalía, buscan sostener caminos  de justicia social.

1. SINGULARIDAD, ANOMALÍA, ESPECIFICIDAD:
EL DESAFIO DE EXPLICAR-NOS DE NUEVO

A su modo, toda periferia es singular y anómala. Pero no en todos los casos la anomalía o la disrupción que pueda contener se plasman en una proyección y una trascendencia. Todas las periferias son particulares y de alguna manera se alejan de la norma del centro, pero lo que está en juego es si esa anomalía tiene un significado y un potencial para ser apropiada por sus propios creadores y protagonistas, y también por otros diferentes, ubicados en otros espacios o esperando en otro tiempo. 

Entonces surge la oportunidad y la tarea, la urgencia incluso, de volver a visitar. De revisar. De poner en movimiento, con estos y palabras, una actualización. En el mismo momento, hay que convocar a los actores. Porque actores son los que se actualizan, se “autorizan”.  Los que actúan este desafío. 

para dar cuenta de una singularidad en su universalidad, es necesario tomarla en sus límites, y transformar esos límites en umbrales. O sea, ponerlos en contacto con otra cosa, con otro campo, inesperado, destino, nuevo en algún sentido. 

Nuevas generaciones, nuevos contextos, otros lenguajes, otros mundos. Los que vienen después de un “fin”. Lo que se abre en el desastre o las catástrofes, o en las irrupciones de nuevas subjetividades o luchas.

2. Lo singular:
Dar cuenta de lo universal que nos ha pasado

Si hay algo que aportar a la construcción histórica y política, al momento cultural que nos toca, al pueblo o a los pueblos del mundo, es necesario poder explicarlo, contarlo, describirlo, dar cuenta de lo acontecimental y lo universal de aquello que nos ha pasado como pueblo. Esta es una tarea que toca a todos los pueblos, y a cada cual le cabe la suya: filosofar, reflexionar, poner en clave de conocimiento lo que es su experiencia para ver si se puede compartir. Y también sucede que en el esfuerzo de traducirla se plasma la posibilidad de apropiársela.

3. Periferia y Fin del mundo :
una situación que invita a imaginar un doble recomienzo

Parte de esta anomalía que le da singularidad a la Argentina es su condición de ser efectivamente una periferia en términos geográficos: el fin del mundo. Un extremo. Drásticamente periférica, en este aspecto. Sin embargo, junto con esto su anomalía se explicita en una voluntad por trascender la condición de periferia hasta el punto de concebirse y proceder, imaginarse y administrarse con vocación de centro. O con pretensión de centro. No de un centro en términos de imperialismo, sino una voluntad y una producción, una experiencia histórico-política que expresa la decisión de discutir el modo en el cual se moviliza el sistema mundo y, en definitiva, cómo se organiza la humanidad. Algo de eso atraviesa la experiencia del peronismo, y se expresa en diferentes dimensiones, episodios y niveles del fenómeno. En lo doctrinal, en su gestación, en el esfuerzo intelectual, en la cultura y en la concepción de sus actores militantes, sus formas de movilización y de gobierno. 

Además de estar al fin del mundo en términos espaciales, siendo austral como quizás ningún otro territorio, Argentina es extrema y periférica en términos temporales. América del sur, y especialmente Argentina, es el último mundo tanto si uno lo lee por oriente o por occidente. Si uno lo lee por occidente, es el último mundo colonizado por los imperios europeos. Si uno lo lee por oriente, al decir de Amelia Podetti en su ensayo sobre la irrupción de América Latina, es el último territorio donde llegó la raza humana tras cruzar el estrecho de Bering por el norte y descender hasta la Tierra del Fuego. Entonces, si geográficamente Argentina puede tener pretensiones o reconocerse como centro a la vez que un finis terrae, puede imaginarse también como un punto de recomienzo. Esto puede sonar excesivo, fundamentalista, o simplemente  agrandado. En todo caso es un modo de reforzar con una realidad metaforizada, una manera de interrogarse para entenderse. Estando muy al extremo y al límite, se puede recomenzar. Estando en el fin del mundo, se puede mirar y recorrer, iniciar un viaje o una narrativa, que abarque a otros pueblos, y a todos de alguna manera. 

4. Una coyuntura-inflexión: la pandemia como catalizadora del tiempo y los procesos. Una oportunidad para profundizar y compartir la reflexión

Esta reflexión se suma a este recorrido. Más allá de la indagación sobre la experiencia histórica de la construcción nacional, y con un énfasis especial en lo que aconteció a mediados del siglo XX, reflexionamos en un momento de inflexión importante y particular. Hoy, en el punto de salida de dos años de una  pandemia global, acontecimiento que redefinió tanto el escenario global como las trayectorias personales, se hace evidente la necesidad de recomenzar, repensar, releer y reconstruir una sociedad y un pueblo. La pandemia no es la única secuencia que marca una inflexión, pero de algún modo las metaforiza y resignifica. 

Queremos reflexionar sobre la anomalía de este país, la queremos compartir y describir, no para hacer propaganda o publicidad de esta punta del extremo sur de la tierra, sino para poner en escena aquello de todo esto que puede servir para que cada uno, cada cual, cada pueblo, pueda aprender o mover aquello que habilite nuevos tiempos. Y, como ya quedó dicho, como ejercicio de asunción propia de lo que nos atraviesa. 

No hacer propaganda, pero si propagar. No hacer publicidad, pero sí hacer público. Poner a disposición una narrativa y una concepción sobre lo que somos, no sólo para otros sino también para nosotros mismos. El esfuerzo de narrarnos otra vez, con un pensamiento propio, confluye con la tarea de compartir con otros, presentarnos, representarnos, volver a hacernos presentes en este momento del mundo y de la historia.

La autorreflexión también es parte de nuestra anomalía. No porque otros pueblos no se piensen a sí mismos, sino porque en el caso argentino hay un plus de dificultad. Como si llevaramos cierta indeterminación, acaso por la mezcla de las migraciones, por el hecho de no ser del todo centro ni periferia, nos vemos siempre ante un gran desafío por volver a explicarnos lo que somos, a dar cuenta del llamado ser nacional, la identidad argentina, el destino propio, de una manera particular. Y los actores que nos sentimos parte de eso necesitamos reconstruir una y otra vez, especialmente en situaciones extraordinarias, una versión que nos habilite a apropiarnos de lo que somos y de lo que  podemos hacer.

5. El peronismo como experiencia histórica:
mestizaje social y síntesis político

¿Qué decir de esta periferia anómala, Argentina, mirando el recorrido de su experiencia histórica? Podríamos comenzar con un relato de larga duración y remontarnos 500 años atrás a la conquista de América. O podríamos ir a la gesta de la emancipación y de la construcción del ser nacional tomando los hitos de 1810, de 1816, o al momento más efectivo de la primera Constitución y consolidación del Estado Nacional en 1853. Pero lo que más nos interesa es poder describir, resaltar, comprender y representar algo que es más propio del siglo XX. El tiempo en que esa sociedad criolla y mestiza se complejiza y enriquece con nuevas oleadas de inmigrantes que empiezan a darle forma a esa sociedad que conjuga elementos e historias múltiples que van encontrando un cauce común, componiendo lo que será la nueva Argentina.

El peronismo se plasma en un contexto político particular: el complejo mundo que resulta de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su singularidad, contundencia y diferencia, hace que 70 años después sigamos indagando sobre su naturaleza y vigencia. Porque no estamos hablando de un populismo o un industrialismo fenecido. No es lo mismo que el varguismo ni la experiencia peruana o mexicana, sino que es un fenómeno político y cultural que además de haber sido popular en su momento, trascendió. Si hubiera quedado en sus márgenes históricos hoy hablamos en términos muy distintos del fenómeno peronista, de la identidad peronista, de la potencia histórica peronista. Pero el nudo de la anomalía, lo que la hace efectivamente anómala, está en su propia politicidad. En haber desbordado su momento histórico de surgimiento y transformarse en un fenómeno político de largo aliento. Peronismo es el nombre de algo tan fuerte políticamente que trasciende lo propiamente político. No es un ciclo de unas presidencias, o un partido político. También lo es, pero constituye de fondo una matriz de la comprensión de lo colectivo y de la presencia de nuestra sociedad, para sí misma y para otros.

En las condiciones iniciales de esta experiencia histórica vemos dos planos. Uno es el propio carácter de su mestizaje americano sumado a la migración europea. La fusión, la heterogeneidad, el crisol, el “conventillo global” en que derivó este proceso histórico. La intersección fallida respecto a como la pensaron quienes planificaron la llegada de grandes contingentes migratorios, y el modo en que se integraron en la sociedad criolla. El otro plano es el anudamiento propiamente social, organizativo, de las entidades y corrientes de trabajadores, y, finalmente, la expresión en términos propiamente políticos cuya síntesis lleva el nombre de peronismo. 

Al hablar del siglo XIX avanzamos muy rápido sobre algo que es constitutivo del debate político y sociológico argentino, y que durante el peronismo se activó con fuerza: la antinomia civilización o barbarie. El peronismo fue procesado y puesto por sus enemigos en el plano de la barbarie. Sin embargo, si uno mira los planteos de su doctrina y experiencia, hay una marcada perspectiva de desarrollo, planificación y pedagogía. Al advertir esto y profundizar en esas dimensiones, lo que aparece es un peronismo que escapa continuamente a esa antinomia, la pasa por alto. Y es justamente eso lo que desorienta y molesta: se lo acusa públicamente por su barbarie, pero se lo odia por su capacidad de construir civilización.

6. La génesis de un movimiento generador

El peronismo es una experiencia generadora de una identidad y de una matriz, y es por ello que conserva actualidad y futuro. ¿Qué significa hoy como vector para pensar el mundo que viene y de qué modo es proyectable, en el sentido de compartible con otros pueblos y sociedades? Es decir, de qué modo es universalizable o articulable más allá de las fronteras nacionales. Vale para eso discernir este fenómeno, ver qué se hace con ello, cómo se proyecta, para que no solo se lo guarde como un tesoro de memoria, experiencia e identidad, sino para que este conjunto de cosas que implica un modo de organizarse, de concebir, de hacer, de actuar, enseñe cómo se transforma en tanto doctrina viva, en tanto experiencia que da a luz nueva experiencia.

En su discordancia, en su falla, en lo que no puede ser capturado ni terminado de explicar ni clasificar en las bibliotecas, también aparece una hendija donde se puede oxigenar o pensar otras cosas. Porque hay riqueza y una potencia en esta experiencia histórica de la que consideramos importante poder hacer el ejercicio de generar esos puentes conceptuales, explicativos, para poder proyectarlo. Pero además, comprender también que esta periferia anómala y experiencia histórica es parte de lo que está subyacente en la experiencia vital y la trayectoria individual, y por tanto forma parte de la singularidad y el pensamiento, de otro argentino universal: Francisco. Es una cuestión para tomar en cuenta y para tratar de comprender algo de las marcas propias del pensamiento del Papa, como una expresión puesta en escena global, universal, de algo que viene de acá, y que constituye uno de los puntos fuertes de origen de toda esta reflexión del Polo Formativo Del Fin del Mundo.

Hay algo en las condiciones geopolíticas actuales, en la historia, las sociedades, en las relaciones centro / periferia, que se emparenta a aquella de la “tormenta del mundo”, como dice el libro del historiador Tulio Halperin Donghi. No es casual que Francisco hable de la pandemia como “la tempestad”. Habilita a pensar analogías, a poner frente a frente, esta cuestión que en el momento de matriz de génesis del peronismo está presente y hoy en este tiempo de pandemia se reedita: un reacomodamiento de los poderes mundial después de una gran conflagración, como fue la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, es un episodio, un caso, un acontecimiento, en una serie que es la larga serie del lugar de las periferias frente a ese cambio de mundo en todas sus dimensiones: bélica, económica, geográfica, cultural, subjetiva. El peronismo es un episodio, un caso, de fuerzas políticas, históricas y humanas de las periferias que buscan su lugar. En ese sentido, se puede ubicar en la larga serie de los movimientos del tercer mundo o de los procesos de liberación de las colonias, a pesar de no ser Argentina estrictamente una colonia. Quizás la anomalía del proceso de despliegue de la fuerza política de los sectores populares argentinos responde justamente a esta condición de “colonia anómala” que fue nuestro país. Hay algo de ahora que podemos encontrar entonces, y hay algo del movimiento original que otra vez puede encontrarse hoy. 

Hay un ejemplo de cómo se conectan la descolonización y la mirada estratégica del peronismo. A partir de 1945, inicio institucional de esa experiencia histórica, el Estado argentino comenzó a mirar de otro modo al Atlántico Sur y la Antártida. La conformación de un proyecto nacional y popular desplegó una nueva conciencia territorial, la cual se proyectó sobre el que sí es, efectivamente, el enclave colonial existente en nuestro territorio: las Islas Malvinas.

7. Un movimiento estratégico, ayer y hoy

Para explicarnos hacia adentro y hacia afuera la especificidad peronista, sus orígenes y su matriz, hay que ubicarla como un caso de movimiento estratégico, de opción condicionada de una sociedad periférica en un cambio de mundo por el escenario global sacudido, como hemos mencionado, por el desenlace de la Segunda Guerra Mundial. Al mismo tiempo como un caso de tercermundismo, de país subordinado, que se puede comprender en la línea de los países que se descolonizan y en la definición de otro vínculo con las potencias centrales. Y también hay que conectarlo -y al mismo tiempo diferenciarlo- como un caso particular de construcción de un estado de Bienestar, sin reducirlo a este paradigma que es más propio de la interpretación de los países europeos. 

Para cada una de estas dinámicas, el caso argentino y más específicamente el peronismo, tiene su singularidad, muchas veces incomprensible. Al definir estas matrices con el material disponible, es posible ver, quizás, lo que no cabe en ese paradigma. Es esa singularidad la que nos interesa explorar, para que lo que parece incomprensible sea punto de partida de nuevas categorías. 

En esta misma línea es importante advertir sobre las lecturas fáciles y esquemáticas que reducen la comprensión del peronismo como mero bonapartismo, fascismo e, incluso, populismo, con sus connotaciones antiguas y nuevas. Es preciso hacerlo para no pasar por alto y ubicar también, una y otra vez, el lugar de la democracia, las elecciones, la movilización y organización popular, de las masas, de la multitud, y en última instancia, y centralmente, del lugar del “pueblo” en esa experiencia, ayer y hoy. Masas populares, trabajadores organizados y el pueblo convocado. La conducción (el líder) y una concepción de que el Estado puede ser apropiado o puesto al servicio de los trabajadores. Estos son elementos que hay que ubicar en el origen, el desarrollo, las nuevas secuencias, el legado y la proyección del peronismo. 

8. El componente y la dimensión doctrinal del peronismo como característica específica y factor de regeneración

El desarrollo doctrinario es otra de las singularidades del peronismo. Doctrina propia, que se conecta también con la pretensión de construir sus propias categorías, y no solamente para pensarse a sí mismo como experiencia y como proceso, sino también para la formación de los cuadros y más ampliamente del pueblo. Vale señalar que Perón tenía una gran preocupación pedagógica, y dedicó no poco tiempo de su vida política propiamente a enseñar. La doctrina peronista y el peronismo mismo plantean formas y conceptos para pensar el mundo, el momento histórico y las posibilidades de ubicarse en las transformaciones de la situación mundial. El peronismo es también una toma de posición y una diferenciación específica respecto a las grandes corrientes del momento, que se expresa en la llamada “tercera posición”.

Con la doctrina justicialista, la singularidad propia del peronismo queda escrita, especificada y, acaso no sistematizada, pero sí expresada de manera abierta y al mismo tiempo de forma consistente. Ese esfuerzo y también haber constituido y explicitado una doctrina explica quizás la proyección que el peronismo logró, así como su persistencia. Esta se expresa en primer lugar en el tiempo y quizás también podamos percibir de algún modo en el espacio. Más allá de las fronteras argentinas. O dicho de otro modo: en el posible aporte que puede hacer esta tradición plasmada como doctrina nacional particular y en un momento específico, para los pueblos y la situación actual. 

También la doctrina fue plasmada en su momento para trascender. Plasma uno de los principales rasgos de su líder: una vocación estratégica y pedagógica. El interés por transmitir una doctrina que permita dar forma y rumbo al movimiento que él había construido. 

Cabe mencionar aquí las distintas formulaciones sintéticas y compactas de la doctrina. Las tres banderas del peronismo (soberanía política, independencia económica y justicia social); el texto de la Comunidad Organizada presentado en el Congreso de Filosofía de 1949 por el mismo Perón; las llamadas 20 verdades peronistas. Hitos y jalones con distintos formatos y grados de desarrollo. Y en el mismo impulso, la pregnancia de un fuerte componente pragmático y de acción en el presente concreto, pero acompañada de una mirada trascendente y, especialmente, de una fuerza anticipatoria muy grande, una mirada abarcativa a lo ancho del mundo y en todos los planos de la experiencia concreta, desde la ética personal a las cuestiones geopolítica.

9. Anticipacion y pedagogia

Hay algo en los planteos de Perón que se anticipan, de algún modo, a la ola de descolonización de los países africanos, a los pensadores que pusieron en forma los conceptos de esos procesos. Y quizás vale la pena preguntarse si algo de eso se mantiene aún hoy, no solo en su capacidad de anticipación, sino en su capacidad de inspirar pensamientos anticipadores contemporáneos.

Como pensamiento de la periferia no se concibe a sí mismo solamente como un espacio donde impactan los cambios del centro, sino como un rumbo propio, una propia noción de la dirección que hay que tomar, del tiempo que hay que hacer venir por las propias decisiones. 

La doctrina justicialista no pretende conducir o desviar el proceso en el que se inscribe,  pero sí tiene la decisión de adueñarse de su propio trayecto y plantear el propio horizonte.

En este sentido es que hay un esfuerzo grande de un lenguaje propio y de categorías propias para pensar distintos planos de la acción política y de la construcción social, así como del modo de ejercer el gobierno, interpelar al pueblo y explicitar mismamente la doctrina. Construir las propias categorías tiene que ver también con esta dimensión de anticipación: poner antes el propio pensamiento es lo que permite plasmar el rumbo y elegir o construir el escenario o la posición.

En ese sentido, es una doctrina performática, o “enactiva”: trae un mundo a la mano, en varios sentidos de esta expresión. Poner la propia palabra y con ello hacer-definir el mundo en que se actúa. Esto tiene que ver con el carácter de estrategia y de estudio de la estrategia -militar- de Perón. La anticipación es la lectura propia del cuadro de batalla, con un esfuerzo de concebirla de manera justa, pero también original para que pueda dar cabida a un movimiento propio, inesperado y de triunfo. El pensamiento estratégico como anticipatorio, y la doctrina como base o matriz de este pensamiento.

10. Elementos y ejes de actualización: banderas, actores, verdades

Las tres banderas del justicialismo- la independencia económica, la soberanía política y la justicia social-  son tan ordenadoras como pedagógicas y emblemáticas. Junto con estos “tres” de PERÓN, vale sumar los tres elementos que en “La Comunidad Organizada” -la expresión filosófica del pensamiento de Perón-, se propone conjugar: comunidad, gobierno y Estado, anudados de algún modo por la noción de pueblo. No es sociedad civil-estado que se oponen, sino que se mantiene la diferencia pero a la vez por la vía del gobierno, por la concepción del Estado y la consideración de la comunidad, los tres son apropiados y apropiables por parte del pueblo, que es el cuarto de esa “trinidad”. 

De ahí se pueden sacar conclusiones sobre cómo se piensan de manera específica y diferencial la ciudadanía argentina, los movimientos sociales y su implicancia, perspectiva, compromiso y acción política.

Tenemos una sociedad civil que no piensa necesariamente en oposición al Estado, sino que piensa, sabe, experimenta, recuerda, actúa en consecuencia, respecto a que puede ejercer el poder del Estado de otro modo. Una experiencia societal de apropiación del Estado, como instrumento apropiable por el pueblo, por vías políticas, económicas, sociales y, sobre todo, de movilización por un lado y de implicación en una forma particular de hacer política y de articular lo social y lo político, por el otro.

11. El desafío de la actualización de una experiencia histórica:
actuar, hacer presente, ser autores

Desde que se constituyó hasta el día de hoy, la actualización de esa doctrina es un tema recurrente. Cómo se piensan y se ejecutan las verdades, las banderas, los pilares sobre los cuales se construyó el movimiento.

El movimiento propio del peronismo es el equivalente, en la organización y la dinámica de construcción y -valga la redundancia- de movilización, de su apertura a la actualización e incluso de su plasticidad doctrinaria, que le permite a la vez convertirse y cambiar. 

Pensando no solo la actualización, sino en la vigencia, lo venidero y lo anticipatorio del peronismo, vale la pena hacer una reflexión pensando el peronismo como el gran organizador del campo político en Argentina, como una identidad positiva y viva, con su propia efervescencia y tensiones. Y pensarlo en lo que fue después de la crisis política y económica del 2001 y especialmente en lo que ocurrió desde el 2003, habiendo recreado su capacidad no sólo de gobernar, sino también de generar transformaciones significativas, conflictos importantes, movilizaciones masivas e incorporación de actores sociales a la política. 

Hay actualización de la doctrina, porque hay persistencia de la experiencia y trascendencia de los criterios. Hay encarnación y carnadura, debates y entusiasmos. 

Del mismo modo, vale indagar de qué modo el esfuerzo de explicitación de la doctrina, el temperamento pedagógico y aun filosófico del peronismo inicial y del mismo Perón, han ayudado a esto. Vale en ese sentido hacer una lectura de ida y vuelta entre pasado y futuro, y además en los diferentes impulsos e inflexiones de actualización: las bisagras y períodos en que el peronismo se recicló y recreó.

Todo esto se plasma en la secuencia kirchnerista, que a su vez expresa y recoge los modos en que la sociedad argentina, y en particular sus sectores populares -pero también sus cuadros políticos-, deciden salir de la gran crisis del 2001 con lo que ella significó a nivel nacional, y también como expresión local de los límites de los modelos económicos y financieros de ajuste global. La salida de esa crisis, de ese estallido, de ese punto límite, terminó siendo no por la vía de la destrucción y el alejamiento republicano o tecnocrático de la política, ni mediante la destitución o la impugnación del Estado (con sus variantes de alternativismo, tecnoburocracia, asambleístas, anarquismos varios, comunitarismos, disolución del Congreso y gobierno de expertos, etc). La salida no fue por ahí, sino por una reapropiación de los resortes del Estado, por tomar medidas redistributivas y una politización creciente de grandes sectores sociales, junto con particulares arreglos geopolíticos en la escena global y regional. La salida fue por políticas sociales, industrialización, distribución y otros componentes como la apelación a los Derechos Humanos como uno de los elementos catalizadores de las mayorías y los sectores medios. Entonces, hay una mezcla de memoria histórica y de reexperimentación, que hace que el peronismo siga vivo, y “eso” del peronismo persiste y toma, resignifica y articula fuerza, identidades, votos y miradas del mundo, de la vida y del país.

12. El periodo 2003 -2015:
los frutos y límites. Una secuencia de revitalización y los nuevos desafios

Vitalidad de actores y vitalidad conceptual. Vitalidad organizativa y de movilización. Y hoy en día, la capacidad de articular o incluso absorber nuevos fenómenos como el movimiento de mujeres y el feminismo, las demandas ambientales, así como las sensibilidad juveniles y, más ampliamente, la del movimiento y organización de los trabajadores informales y desocupados. En todo eso brilla una capacidad, vitalidad y diferencial de operar una articulación. Convoca, mueve y transforma. Suma fuerza. No cede.

La experiencia que va del 2003 al 2015 muestra también las ideas, acaso también banderas, de integración regional latinoamericana, Derechos Humanos, ciencia y tecnología, con la inclusión social como dinámica central al comienzo y la movilización e interpelación juvenil como punto de salida. 

Hay algo de la matriz de pensamiento que se actualizó en esos momentos, pero siempre sosteniendo, junto con la interpelación y la movilización, la necesidad y el criterio de que el peronismo tiene que ser constructor de realidad efectiva, con vocación de poder real en la administración del Estado. Ante todo, como experiencia histórica de ejercicio del poder real, más política -incluso pragmática- que conceptual o ideológica.

Si tomamos un esquema de momentos y ejes de actualización,un recorrido posible es la interpretación actual de los tópicos de las tres banderas: soberanía política, independencia económica y justicia social. Y también los referidos a cuál Estado, cuál gobierno, cuál partido y cuál comunidad-movimiento-sociedad se actualiza en los cruces que se dan. Si recorremos esas series encontramos las dinámicas, las actualizaciones, las conquistas pendientes y seguramente las búsquedas que todavía quedan por hacer y reconocer. 

Y ahí existe, vive, la persistencia de una doctrina articulada que tiene esta potencialidad, este diferencial y estos ejes que se anudan en la centralidad del pueblo. La perspectiva no utiliza un pathos meramente teórico, sino que se centra en el ejercicio del poder del Estado de cara al pueblo para la transformación y la ampliación de la justicia social, pero más aún, de la felicidad popular. 

La tarea es factible si se hace el esfuerzo de confrontar formulaciones heredadas con búsquedas actuales. Hay señales y ejemplos de que esto además es necesario. La aparición de Francisco en la escena mundial, proveniente de esta historia, es un ejemplo posible de esto. El eco de sus intervenciones y los desafíos de comprensión que despiertan muestran tanto la especificidad como la necesidad de traducción. 

La situación que vive el país, la región y el mundo, con la insuficiencia evidente de las categorías para entenderla y los problemas, la escala y las dificultades de las respuestas colectivas, señalan con fuerza este desafío. 

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