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COOPERACIÓN Y SOLIDARIDAD CRISTIANAS: RESONANCIAS ACTUALES DE DOS CAMPOS

¿Qué significa la cooperación internacional desde una perspectiva cristiana? Pero, sobre todo, ¿qué implica? ¿Cómo ubicar los desafíos precisos y las controversias fecundas, los malestares, los límites y los desafíos de la cooperación internacional, al interior de nuestras instituciones? Y, por otro lado ¿qué le aporta a la comprensión de la solidaridad cristiana lo que hacemos, vivimos y pensamos desde nuestras instituciones y proyectos?

 ¿Cómo se proyectan esos mismos asuntos en otras escalas y dimensiones como pueden ser la cooperación internacional en general, la cooperación norte-sur, la cooperación para el desarrollo, las agencias de cooperación de inspiración cristianas, y aquellas vinculadas a la Iglesia Católica?

Y, por otro lado, ¿qué le aporta a la comprensión de la solidaridad cristiana lo que hacemos, vivimos y pensamos desde nuestras instituciones y proyectos?

Hay múltiples trayectos de autoreflexión y de mirada crítica que cada institución tiene dentro de su propio proceso, junto con desafíos urgentes del contexto global que impactan de manera permanente y a velocidad importante.

Entendemos que los planteos de Francisco se presentan y se expresan en estos escenarios de encuentro entre el pensamiento, la vida institucional y el contexto como una nueva oportunidad de imaginar la cooperación internacional. También, como una posibilidad de repensar el rol del catolicismo, los cristianos, la Iglesia, su diagnóstico respecto a la crisis global, y su específica preocupación por la pobreza y las periferias. En ese sentido, el Papa tiene algo que decir sobre el modo de hacer y organizar, interrogarse y encontrarse en las instituciones.  

Hay una serie de procesos y dinámicas que deben ser contempladas y analizadas como marco para esta reflexión. Identificamos dos dimensiones de inflexión en la cooperación internacional: a nivel espacial, el paso de la relación norte-sur al sur-sur y del mundo bipolar al multi-polar.

Respecto a la dimensión temporal, se puede señalar el largo período que va de la posguerra, el Estado de bienestar y la revolución del tercer mundo a la irrupción de los países emergentes y la transición del centro civilizatorio mundial del atlántico al pacífico. Este proceso puede ser pensado también en términos eclesiales como un arco desde el Concilio Vaticano II y la Popularum Progreso al Magisterio de Francisco y la Laudato Si.

La cooperación internacional nace en oposición a la Guerra. Fue concebida como alternativa a las violencias entendiendo que el progreso era la forma de contener y atenuar la confrontación de clases. En ese origen identificamos uno de los núcleos que deben ser vueltos a pensar, porque en el punto donde la cooperación intentó e intenta evitar la violencia, termina esquivando y perdiendo de vista la cuestión de la fuerza y negando el antagonismo propio de la realidad histórica.

"La cooperación internacional nace en oposición a la Guerra. Fue concebida como alternativa a las violencias entendiendo que el progreso era la forma de contener y atenuar la confrontación de clases."

A estos periodos e inflexiones temporales y a estos ordenamientos geopolíticos, con sus respectivas configuraciones ideológicas que las amalgaman, le corresponden hipótesis de transformación, roles asignados a un conjunto de actores y a una serie de vínculos en el marco de prácticas. Si de esta dinámica queda excluida la dimensión de la fuerza se pierde historicidad y consistencia política del planteo. Un nuevo momento histórico conlleva una nueva necesidad de politización y la creación de nuevas prácticas, así como el abandono de otras. No solo se trata de agregar nuevas acciones, sino que se trata también de dejar de hacer.

Con los pueblos y sus dinámicas propias, reingresa la dimensión de la singularidad y de la fuerza al mundo aséptico de la cooperación. El esquema se tensa y eventualmente se rompe. Muchas veces la dificultad de asumir la irrupción de los pueblos hace que la cooperación internacional genere marcos conceptuales, modas teóricas y nuevas metodologías que, lejos de resolver la incomodidad, agravan el malestar. En el punto donde la cooperación internacional reemplazó “al pueblo” por la sociedad civil, y a la sociedad civil por las ONG’s, se perdió la potencia transformadora.

"En el punto donde la cooperación internacional reemplazó "al pueblo" por la sociedad civil, y a la sociedad civil por las ONG's, se perdió la potencia transformadora. Francisco viene a ser un emergente y un nominador de eso. Viene a señalar, insiste en esa dimensión y apuesta con gestos y hechos a ponerlo en el centro."

Francisco viene a ser un emergente y un nominador de eso. Viene a señalar, insiste en esa dimensión y apuesta con gestos y hechos a ponerlo en el centro. Lo hace explícitamente en Evangelii Gaudium al señalar que el estadio de sociedad civil es inferior al de pueblo, y con esto invierte muchos de los supuestos éticos y metodológicos de la cooperación. No es casual que Francisco advierta sobre los peligros del exceso de ideologías.

La idea fuerza de “Sociedad Civil” constituyó un aporte a la comprensión y a la construcción de las sociedades latinoamericanas y sus democracias, pero a la vez, y ante el examen de los tiempos que corren, bloquea, dificulta y demuestra sus propios límites para dar un paso más y encontrarse con la potencia histórica de los pueblos. Por ejemplo, el Movimiento de Derechos Humanos en Argentina se constituyó en la escena pública como expresión de la sociedad civil, pero progresivamente encontró la necesidad y el desafío de reconocer su propia raigambre política y su vinculación con la experiencia de fuerza. Lo mismo sucede en toda América latina con el crecimiento de la sociedad civil en el período posterior a la dictadura.

Es necesario, más allá de los conceptos y los esquemas, hacer reingresar la dimensión del tiempo y entonces encontrarse con lo real y político de nuestras sociedad. Desde la perspectiva, si la sociedad civil no tiene la capacidad de caminar hacia la construcción de pueblo, la dinámica se agota en una mera reivindicación de los básico o lo sectorial.

IGLESIA / ONG / NOSOTROS

En el mundo de la cooperación hay tres tópicos que podemos poner como ejemplo de este límite: 1) la idea de construcción de ciudadanía; 2) el modo de comprender la relación con el Estado estrictamente vinculado a las políticas públicas; 3)  su vector operativos que es la noción de “incidencia”. Por eso, cuando se intenta hablar del rol de las ONGs el punto más alto que se concibe es el de la incidencia. Aparecen unos fetiches conceptuales donde, si se dice ciudadanía, se evita la cuestión de lo partidario; si se dice políticas públicas, se esquiva el conflicto propio de la política; y si se dice incidencia se plasma una idea de presencia en la política que es acotada en el tiempo y siempre exterior. Ante todo, persiste la idea de que puede haber un vínculo técnico y social, y en todo caso solidario, pero nunca explícitamente político y mucho menos partidario. En esta representación la sociedad y el Estado son esferas separadas y cuando el actor ingresa al Estado se vuelve ajeno e incluso opuesto a lo propio de la cooperación. En el trasfondo de todo esto insiste la idea de que se pueden hacer transformaciones por fuera del antagonismo político y de la política misma. Tenemos que preguntarnos si el paradigma de la sociedad civil no es hoy en día un lastre.

"Cuando el Papa dice la Iglesia no es una ONG, está aplicando esto al plano organizativo e institucional, y también a la concepción y la intervención. Es un planteo de paradigma de la intervención y del sentido de la acción."

Francisco plantea esto muchas veces por la negativa y el señalamiento del límite y la insuficiencia: no a la cultura del descarte, no a la economía que mata, no al clericalismo, “no somos una ONG”. El Papa advierte lo que es un lastre, lo que no va más. Pero al mismo tiempo, insiste con la dimensión de pueblo, invita a ponerse en salida y actúa convocando de manera directa y recurrente a los movimientos populares. Vale entonces plantearse cuáles son los NO de la cooperación, como responder a la insistencia en torno a la cuestión del pueblo, que movimientos necesitamos para ponernos en salida y con quién debemos juntarnos en concreto.

Lo central aquí es moverse, y sobre todo ejecutar un movimiento que nos lleve hacia lo que no sabemos, a lo desconocido, al encuentro de la experiencia. De donde hay que salir es del paradigma. Por eso no se trata de salir de una región a otra, de un país a otro, de un tipo de organización a otro, de un tipo de proyectos a otro, sino de salir del paradigma.

REPENSAR LA SOCIEDAD CIVIL Y MÁS ALLÁ

Implica también ir hacia zonas y “compañías peligrosas” para nosotros, incluso aquellas que hemos descalificado en su momento. Debemos volver a preguntarnos ¿Cómo acercarnos a las dimensiones reales del poder y cómo operar allí? Cuando pensamos sociedad civil y Estado como compartimentos estancos, estamos afirmando implícitamente que hay una dimensión de pureza  con sus actores, sus acciones y espacios, y otro ámbito impuro o peligroso a priori.  

Este imaginario respecto a la sociedad civil está asociado a la génesis histórica de esta problemática en Europa. En América Latina en particular, ambos campos están solapados y la separación es más un esfuerzo conceptual que una realidad operativa. Así es como terminamos imaginando esferas ficticias asignándoles valores y luego proyectando relaciones espurias entre ellas. Tenemos que preguntarnos entonces de qué hablamos cuando decimos sociedad civil en América Latina y en particular en Argentina.

Estos interrogantes se nos presentan de manera explícita cuando nos encontramos con los actores concretos. Por ejemplo en Argentina, las cooperativas de recolectores y recicladores de residuos trabajan en una temática que entra de manera muy clara en la agenda de la cooperación. Sin embargo, su estructura organizativa, sus vínculos institucionales, su identidad y autodefinición, muy probablemente genere fuertes contradicciones. Por la inversa, para la dinámica de la lógica hegemónica un movimiento potente como el movimiento de mujeres es fácilmente digerible en la medida que sus demandas permanezcan sectorizadas y no se articulen con otras, manteniendo estáticas y estancas sus formas de organización y haciendo que su autopercepción sea siempre la de un segmento. Mientras no se constituya una cadena de equivalencias, o sea, una articulación popular con fuerza política, todas las demandas y proyectos son admisibles. Lo mismo pasa con la participación y el protagonismo: mientras sean en los campos establecidos y que les son reservados, serán siempre admisibles; pero si trascienden estos límites pasan a ser sospechados, rechazados y eventualmente perseguidos. Por eso vale replantearse la cooperación en estos tres planos: los actores, los temas y las formas.

EXPERIMENTAR: MÁS ALLÁ DEL PARADIGMA ACTUAL

En este escenario, las ONG’s como formato organizativo entran perfectamente en el paradigma de la cooperación actual. No es casual entonces que en muchas agencias de cooperación aparezca el interrogante de si acaso no se agotó la era de las ONGs. Lo que está en cuestión es su potencial transformador. La pregunta de fondo es, entonces, si la cooperación está dispuesta y de qué modo a asumir los conflictos reales y la potencia transformadora del sujeto pueblo. Dicho de otro modo ¿Podemos pensar modelos de desarrollo que no sean meramente adaptación y ampliación del y al capital? En otro nivel la pregunta es si estamos dispuestos a que el conjunto de los proyectos de desarrollo que apoyamos convergan en procesos de construcción popular que disputen hegemonía en el plano global para dar lugar a un verdadero orden multipolar. Es decir, que pongan en cuestión el propio lugar de los países y actores de donde proviene la cooperación. ¿Estamos dispuestos a habilitar y trabajar con categorías arriesgadas y anómalas que no sean fácilmente catalogadas como adaptadas o alternativas (que se nos presenten como híbridas o incluso imprecisas)? ¿En qué medida estamos dispuestos a experimentar, qué grado de incomodidad toleraremos y cuánta incertidumbre y equivocación estamos dispuestos a poner en juego? Lo que está por fuera del paradigma dominante necesariamente se nos presenta como extraño, raro y peligroso. Sin embargo, esta es la condición de posibilidad para encontrar la novedad y asumir lo real de los conflictos y la transformación.

(Necesitamos otros “formularios”, en este sentido: una fórmula es una “pequeña forma”, un formulario es un conjunto de “pequeñas formas”)

Lo real ya está en medio de nuestra práctica, pero muchas veces no tiene un relato que lo recoja y lo relance como insumo para la creación. Las cosas están, pero nuestras palabras de siempre las tapan. Quienes debiéramos enunciarlas o no las reconocemos o, reconocíendolas, tenemos miedo de pronunciarlas. El coraje y la capacidad de experimentar ya están presentes también en diversas instancias y actores de la cooperación, con ánimo de cambio y experimentación. Existen en el esfuerzo y la creatividad de cientos de proyectos donde personas concretas ya están transitando la tensión que supone la creación de un nuevo paradigma y sus categorías. Es tiempo oportuno para generar los dispositivos para que estas novedades y apuestas se articulen de un modo que alimenten un nuevo horizonte de sentido y transformación con la fuerza de nuestros pueblos.

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