SUJETO, HORIZONTE, ESCALA, INSTITUCIONES
Indagar respecto a los procesos de transformación social y replantearse el paradigma desde el cual se abordan demanda atender algunos ejes fundamentales. ¿Cuáles son los sujetos sociales de la transformación? ¿Cuál es el horizonte que se tiene a la hora de pensar los procesos de cambio? ¿Cómo se relaciona lo global y lo local en estos procesos? ¿Cómo se conjuga organización social, estado y democracia? ¿Cuáles son las implicancias de una agenda de transformación? ¿Cuáles son sus dimensiones? ¿Dónde se juegan unas y otras? ¿En la definición? ¿En el campo y la interrelación de los actores? ¿En los modos de organización? ¿En la acción misma? ¿En sus resultados? ¿En el sentido que producen? ¿En su capitalización?
La expresión “transformación social” ya contiene esta problemática desde el principio. Es al mismo tiempo un sustantivo compuesto, pero contiene desde el vamos un “adjetivo” que la connota: “social”.
"Cuáles son los sujetos sociales de la transformación? ¿Cuál es el horizonte que se tiene a la hora de pensar los procesos de cambio? ¿Cómo se relaciona lo global y lo local en estos procesos? ¿Cómo se conjuga organización social, Estado y democracia?"
En la cooperación internacional y en diferentes espacios de intervención más o menos vinculados a ella, “social” suele expresarse siempre asociado a “socio-ecológica”. Y aquí ya hay una opción y al mismo tiempo el punto de llegada de un camino de reflexión y de planteo de horizonte. No obstante, es posible preguntarse si acaso puede decirse también “socio-política”. Y otros términos también concurren, siendo esa definición no sólo ni tanto una cuestión de léxico o terminología. Más bien remite a los interrogantes planteados más arriba. Un ejemplo al respecto: la encíclica Laudato Si de Francisco ha sido recepcionada como una encíclica ecológica. Pero si se lee la “operación” que el Papa realiza con ella, no es difícil certificar que de lo que se trata allí es de no disociar lo ecológico de lo social, y en particular de la situación de las mayorías pobres (sintetizado esto en la conocida fórmula de Leonardo Boff, “grito de la tierra, grito de los pobres”).
Por eso la cuestión de la transformación se despliega en múltiples aspectos y en puntos de entrada para su interrogación, para su construcción y para detectar o fortalecer las prácticas, actores y experiencias concretas que la plasman. Y esto muestra en cada momento no un problema de términos, sino
¿Qué circula entre las dimensiones o acentos social, ecológico, político, etc? ¿Qué representan las generaciones y la juventud en los procesos de transformación? ¿Cómo impacta el flujo migratorio en las realidades locales y los procesos globales? Estas son algunas de las preguntas que pueden ser formuladas en distintos términos, pero expresan los debates que asocian la transformación social a diversidad de factores, genealogías y, en última -y primera- instancia, apuestas.
En el presente, sin embargo, estas preguntas se ven a su vez cuestionadas por otras. ¿Cuál es el lugar de la subjetividad y de los individuos? ¿Qué pasa con los estilos de vida y cuál es el sentido actual de cambio cultural? ¿Cómo se conjuga la dimensión del individuo y lo colectivo? ¿Son la igualdad y la libertad valores suficientemente abarcativos para nombrar los caminos de transformación?
Y hay preguntas más de fondo. ¿Es realmente posible o necesario pensar en la transformación social? ¿Debemos aspirar a transformaciones históricas o se trata simplemente de gestionar de manera correcta lo que hay? ¿Nos queda solamente alertar o esperar la llegada de la catástrofe o es posible proponer una alternativa al orden establecido?
Conjugando todos estos niveles está en primer lugar la cuestión respecto a si la política es suficiente para nombrar y realizar transformaciones. El viejo binomio y las largas confrontaciones entre reforma o revolución siguen, por un lado, vigentes bajo otros nombres y al mismo tiempo demuestran una y otra vez su insuficiencia en el mismo momento en que insisten y se transmutan. Finalmente, lo que está en cuestión son los límites de lo político como idea y como acción. Hay algo que siempre se le escapa a la política y a los intentos de pensar y hacer: la vida cotidiana, las biografías, lo crudo de lo real, el drama de lo personal -individual y colectivo.
CIUDADANÍA Y PUEBLO
Ciudadanía, derechos y sujeto . esta triada permitió durante mucho tiempo nombrar eso que se escapa y que siempre hay que volver a construir. La sociedad sería el conjunto de los ciudadanos, y la sociedad civil la expresión de estos en el campo propio de la transformación y lo colectivo. La relación entre ciudadano, sociedad civil y pueblo tiene una secuencia habitual entre nosotros: hay que llegar a ser ciudadano a través de la conciencia, el ejercicio de los derechos y la acción.
Dice el Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium : “En cada nación, los habitantes desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes. Recordemos que «el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral ». Pero convertirse en pueblo es todavía más, y requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía.” (EG, 220).
Puesto esto en el plano de las discusiones habituales de nuestros proyectos e iniciativas, aparece un desafío: desplazarnos del paradigma del fortalecimiento de la sociedad civil a la construcción de pueblo como agente dinámico de transformación social. Esto no implica desechar de plano el rol de las organizaciones no gubernamentales o de proyectos locales de incidencia comunitaria, sino pensar cómo poner esas construcciones en el marco de procesos históricos signados por proyectos de justicia social. Si este es un recorrido posible necesitamos plantearnos cómo transitarlo: ¿Cuál es el trazado, cuáles son los hitos y qué pasos hay que dar?
Y volvemos así a la cuestión de la dinámica de los pueblos y la búsqueda por refundar la construcción de un sujeto colectivo de transformación. En Francisco está presente la intuición, hacia adentro y hacia afuera de la Iglesia, de que es el pueblo el sujeto teológico y político que actúa en la historia. Vale preguntarse entonces: ¿cómo se constituyen, cohesionan y fortalecen los pueblos? Esto está siempre presente en las preocupaciones de Francisco.
"Aparece un desafío: desplazarnos del paradigma del fortalecimiento de la sociedad civil a la construcción de pueblo como agente dinámico de transformación social. Esto no implica desechar de plano el rol de las organizaciones no gubernamentales o de proyectos locales de incidencia comunitaria, sino pensar cómo poner esas construcciones en el marco de procesos históricos signados por proyectos de justicia social"
“Hay un pensador que usted debería leer: Rodolfo Kusch, un alemán que vivía en el noroeste de Argentina, un excelente filósofo y antropólogo. Hizo comprender una cosa: que la palabra ‘pueblo’ no es una palabra lógica. Es una palabra mítica. No se puede hablar de pueblo de manera lógica, porque sería sólo una descripción. Para comprender a un pueblo, comprender cuáles son sus valores, es necesario entrar en el espíritu, el corazón, el trabajo, la historia y el mito de su tradición. Este punto está realmente en la base de la teología denominada ‘del pueblo’. Significa ir con el pueblo, ver cómo se expresa. Esta distinción es importante. El pueblo no es una categoría lógica, es una categoría mítica».” (Papa Francisco. Política y sociedad. Conversaciones con Dominique Wolton).
Los principios, el discernimiento, la escucha, los sentidos para percibir y comprender y las formas de acercarse a los conflictos, son distintas maneras en que una y otra vez el Papa insiste con la categoría pueblo. Pero además este núcleo mítico impregna todas las dinámicas y perspectivas con las que acercarse a la realidad toda.
La reflexión en torno a la transformación social, la crisis emergente y la cooperación internacional también puede ser iluminada desde éste núcleo. Si desde Francisco el sujeto transformador es el pueblo, la complejidad, la ambivalencia y la fuerza de esta categoría puede aportar algo novedoso a estos desafíos. Hay novedad justamente porque “pueblo” es una categoría no cerrada. La invitación y la indicación del Papa que la acompaña es “vayan al pueblo”, que es decir “piensen desde categorías no cerradas”. Abran la mente, los sentidos y el corazón. Esto es lo que está en juego en la consigna de “ponerse en salida”.
4 PRINCIPIOS
En el corazón de la dinámica popular podemos encontrar los cuatro principios que Francisco menciona en Evangelii Gaudium (El tiempo es superior al espacio; La unidad prevalece sobre el conflicto; La realidad es más importante que la idea; El todo es superior a la parte). La dinámica de los pueblos desafía el paradigma de transformación. La experiencia histórica, concreta y vivida tensiona las categorías formateadas y los funcionamientos habituales. Las mismas instituciones e iniciativas se tensionan al encontrarse con la dinámica popular. Cuando el Papa dice “la Iglesia no es una ONG ”, está aplicando esto al plano organizativo e institucional. Podemos decir que vale para la Iglesia, pero también para las ONGs mismas y más aún las de inspiración cristiana. En un punto, lo que Francisco plantea es que la tarea no es tanto impulsar proyectos, ni siquiera los de alto impacto, sino que hay que hacer milagros. Se trata de una apuesta, de un gesto de libertad, una toma de riesgo y hasta de una especie de “abandono”. El desafío de romper con la estructura, con la armadura existente que tenemos para actuar y así, a pecho descubierto, salir al sol y al encuentro del pueblo.
La armadura también está hecha de binarismos que bloquean la fuerza vital y encuentran su propio límite una y otra vez. El binomio sociedad civil – estado , cuando se presenta como una oposición donde la sociedad civil es factor transformador y el Estado un obstáculo a los procesos de transformación, es un claro ejemplo de esto. Porque además de describir capacidades y potencialidades, se le agrega un prejuicio moral y una idealización de unos y otros. Se imaginan esferas separadas que responden más a un artificio que a una realidad, y luego se piensan relaciones espurias entre ellas. Cuando se habla de ONGs , experiencias transformadoras, incidencia en políticas públicas y movimientos sociales, se intenta crear una mediación virtuosa en esta dinámica. Pero no es suficiente.
Francisco reconoce y convoca a un actor para ser el ejecutor de la ruptura de estos binarismos y de la composición de una nueva gramática de la transformación. Son los movimientos populares . No se trata sólo del sujeto colectivo al que suele denominarse así, sino de lo que se mueve en el mundo popular y de cada movimiento que el pueblo hace. Y en última instancia, de cada movimiento, acción y dinámica que “hace pueblo”.
"La dinámica de los pueblos desafía el paradigma de transformación. La experiencia histórica, concreta y vivida tensiona las categorías formateadas y los funcionamientos habituales. Las misma instituciones e iniciativas se tensionan al encontrarse con la dinámica popular."
“Ustedes, las organizaciones de los excluidos y tantas organizaciones de otros sectores de la sociedad, están llamados a revitalizar, a refundar las democracias que pasan por una verdadera crisis. No caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores secundarios, o peor aún, a meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de parálisis, de desorientación y propuestas destructivas, la participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria.” (Papa Francisco a los Movimientos Populares – Roma 2016 ). Lo que Francisco le dice a los movimientos populares es “gobiernen, recuperen su soberanía ”. Pero más profundamente, el planteo es salir del corset conceptual y práctico a la vez (ideológico) que los limita o los neutraliza como sujetos.
Tomando todos estos elementos, una formulación que proponemos entonces para relanzar el debate es esta:
Hacer transformación social, es construir pueblo. No se trata de la razón instrumental que modifica el mundo según ciertos objetivos y proyectos, sino de una experiencia vital e histórica en la que un sujeto se construye como soberano. Si asumimos que esto es así debemos plantearnos una reconceptualización del cambio social que oriente nuestra intervención en los terrenos y con los actores, animándonos a transitar una zona todavía innominada, con categorías provisorias. Y con un horizonte tan incierto y exigente como desafiante e indispensable.